Cuando adquieras los décimos de este año para el Sorteo Extraordinario del próximo 22 de diciembre puede que te percates de que todos ellos llevan el mismo cuadro impreso. Esta ilustración es ya un clásico de la Lotería de Navidad y cada año se cambia la pintura de los boletos.
Esta tradición tiene ya casi 60 años de antigüedad y tiene como punto de partida la decisión en 1960 de Loterías y Apuestas del Estado de utilizar para sus sorteos imágenes de escenas artísticas, literarias, científicas o deportivas de interés e importancia.
De este modo, una vez comenzada la iniciativa, las escenografías relacionadas con la Navidad se reservaron para el sorteo navideño de Lotería. El objetivo con estos cuadros es propagar la cultura conectada con la religión católica través de los décimos.
Así pues, tras ponerse en marcha, una infinidad de artistas españoles de la historia de la pintura han acompañado los números de Lotería. Francisco de Goya, El Greco, Velázquez o Zurbarán son algunos de los nombres que han pasado por los boletos navideños.
En 2017 le tocó a Bartolomé Esteban Murillo, aprovechando que se conmemoraba el cuarto centenario de su nacimiento. En concreto, se escogió la obra 'Adoración de los pastores' del pintor sevillano, realizada en 1650. No era la primera vez que un óleo de Murillo hacía acto de presencia en la Lotería, ya que un fragmento de este mismo cuadro debutó estas ilustraciones en 1960.
En cuanto a la pintura escogida para este 2018, se trata de la tabla central del 'Retablo de la Vida de la Virgen y de San Francisco', en la que se puede ver a la Virgen María entronizada con su hijo Jesús en brazos y rodeados de ángeles. La obra la realizó el maestro leonés Nicolás Francés en el siglo XV.
Su fecha de creación no es fija, pero sí se conoce que este cuadro de estilo gótico se pintó entre 1445 y 1460. Para ello, Francés usó la técnica de temple y óleo sobre tabla. En un comienzo, la pintura se colocó en un monasterio franciscano, aunque no se sabe en cual exactamente y se desconoce su ubicación. Posteriormente, la obra llegó a la capilla de una granja cercana a La Bañeza, hasta que en 1932 se vendió al Museo del Prado de Madrid, donde está expuesta en la sala 050.