La Lotería de Navidad no se le resiste a nadie, incluidos varios de nuestros famosos. Presentadores, cantantes, actores y por supuesto algunos políticos que se han hecho más conocidos por los premios que por su decisiones.
El de Carmen Lomana es uno de esos casos en el que la persona nunca compra un décimo pero siempre acaba jugando. La popular empresaria reconoce que al final siempre le regalan algún boleto y con eso suele pasar todos los 22 de diciembre. Un año fue agraciada con una pequeña cantidad de dinero, pero lo fue dejando y al final se le pasó cobrarlo.
A Belén Esteban no le tocó "el Gordo" en el año 2010 por un número, según hizo saber en su cuenta de Twitter. "La princesa del pueblo" tenía el 79.850 y el premiado fue el 79.250. Verdaderamente sí que estuvo cerca.
La cantante Soraya afirma que nunca juega para ella misma sino que compra décimos para sus familiares. Hasta el momento todo normal. Lo incomprensible es que lleva dos años seguidos colgando en sus redes sociales cuál podría ser la terminación ganadora de "el Gordo" y ha acertado las dos veces. ¿Por qué nunca compra el boleto ganador si tan bien le va en sus predicciones?
Otros "famosos" que juegan a la Lotería de Navidad y que parecen tener algún pacto secreto con la diosa Fortuna son los políticos.
Juan Antonio Roca llegó a ganar más de 50 premios de lotería durante 15 años. El presunto cerebro del "caso Malaya" tuvo que reconocer ante el juez que había comprado décimos ya premiados.
También era lo que le ocurría a Carlos Fabra. Al expresidente de la Diputación de Castellón le llegó a tocar la Lotería 9 veces en 12 años, unos 2,2 millones de euros. Nunca se pudieron demostrar los motivos de dicha "suerte".
Pero el caso más curioso de una cara conocida es el Clive Arrindell. Pocos le conocerán por su nombre pero si hablamos del "calvo de lotería", la cosa cambia. El actor británico reconoció que nunca compraba ningún boleto y que únicamente jugaba con un décimo que la agencia le mandaba después de grabar durante años el tan esperado anuncio.
Y es que ya sea por tradición familiar, por comprar en el bar al que vas siempre o por pensar que si toca en el grupo de amigos y tú no has comprado, al final "el Gordo" de Navidad no se le resiste a nadie.